Una
tarde de otoño se situó en su silla reclinada, se acomodó los
lentes, destapó el bolígrafo y comenzó su escritura:
“Se hizo valer
de su linaje, su sangre y su apellido. Joan Wilhelm Bøkgaard nació
en un mundo rodeado de libros. Se empapó de lecturas y más
lecturas. Refugiado en una pequeña granja al norte de Noruega, en
aquellos campos desolados y distantes. Su padre era el único
bibliotecario del pueblo y siempre se lo podía encontrar colgado de
alguna estantería husmeando libros. Allí tenía todo lo que
necesitaba.” (p. 1)
Así
introducía a este misterioso personaje en aquella aleación de
reseña y trama biográfica. Recorriendo ese mundo de letras y
símbolos, junto con sus principales influencias. Un camino que
iniciaba por escritores de la literatura universal como Edgar Allan
Poe, Oscar Wilde, Victor Hugo y Dante. Su temprana curiosidad por
filósofos como Nietzsche, Sartre, Descartes, Schopenhauer,
Heidegger, Hume, Derrida o Vattimo. Pensadores como Séneca,
Foucault, Camus, San Agustín y Valéry. Compartiendo su vida con
Cortázar, Sábato, Marechal y Borges. A raíz de estas influencias
literarias, la muerte, el destino, el tiempo, la verdad, la
existencia, la identidad, el lenguaje, el caos y el arte fueron los
hilos que atravesaron sus obras, sin perder la riqueza de la
cotidianeidad y lo absurdo.
“....Bøkgaard
se jactó de haber leído miles de libros, cuando dicen que solamente
uno poseyó en sus manos. Tal vez sentía que en cada abrir uno nuevo
era. Las palabras impresas no eran las que cambiaban. Era él, era su
lectura, su interpretación, su percepción.” (p. 2)
Heráclito
y el río cambiante, el devenir constante. El sentido de la escritura
y la (de)construcción de sentido. Jerónimo Giantino dice a través
de Agustín Cuore que un libro en un estante no es más que un cúmulo
de hojas unidas por vaya a saber uno qué misterioso pegamento; “sólo
es literatura cuando se lo lee”. La
obra es tal en tanto abierta al lector, en un acto co-creador con su
escritor que, en ese instante, deja de ser el único autor.
No
dudó en repasar los libros que tal vez le valieron el renombre: El
círculo hermenéutico, una
novela que pone en jaque la idea del conocimiento y la erudición, la
verdad y las interpretaciones, el sentido común, y la influencia de
la literatura en la idiosincrasia de una sociedad. También
Ficciones Filosóficas, aquel
compilado de textos en forma de ensayos que también fue editado bajo
otro título: Relatos
Filosóficos.
En dicha obra se encuentran diversos escritos de ficción, relatos,
donde, a su vez, aparecen ideas filosóficas originales y de las
otras.
“Bøkgaard
siempre se nutrió de aquella delgada línea entre la realidad y la
ficción. Decía que la ficción desconoce la verdad y la mentira.
Que somos un puñado de contingencias. Todo a su alrededor era
susceptible de ser transformado en un relato. Siempre llevaba un
anotador en su mano y siempre estaba al acecho. Sus textos mantienen
esa marca impresa.” (p. 2)
Siguiendo
su camino se detuvo a repasar su libro iniciático: Crónicas
de J. W. Bøkgaard,
donde
aparecen sus primeros cuentos que con el pasar el tiempo se iban a
transformar en históricos y memorables. Es el caso de escritos tales
como “El
eterno”, “El filósofo que quería ser existencialista” o
“Un cuadro en la pared”. También
encontramos ensayos ficcionales como “Predicciones
I” y “La escritura, la inspiración y otras yerbas”, en
el cual expone su camino como escritor y lo que eso conlleva.
“En este primer
libro se vio reflejada una mezcla de situaciones y sensaciones que se
repetirían a lo largo de los años en otras de sus obras. Podemos
recorrer una serie de cuentos con tinte satírico, tales como “Eso
de escribir”, “Predicciones II” y “Catálogo de artistas”.
Textos que se arman de la exageración y la desacomodación lúdica
de lo cotidiano como “Culicidae: Sanguinem sitienti”, “La venus
de Milo” y “Análisis de frases”. O se puede degustar cuentos
con un tono de seriedad y profundidad que se insertan en la
naturaleza humana como “El pozo”, “Ser y Tiempo” o “El
soldado y la guerra”. Esa gama de diversidades características de
Bøkgaard, fue su carta de presentación para el mundo literario.”
(p. 4)
También
exploró su pública y reconocida amistad con Antonio Nikolas, el
afamado crítico socio-cultural, a quién no sólo veía como su
excéntrico profesor en la Universidad de Friburgo sino como aquel
mentor y colega de intrincados, inconducentes y cordiales debates que
podían vestirse de ideas. Un “perpetuo
colaborador implícito”,
como solía decir.
Finalmente
se vio sumido en la incógnita sobre la manera en que debía culminar
su texto; cuál sería su final. Él se sentía otra persona al
impregnar cada palabra en la hoja, se situaba en la piel de su
personaje, vivía su vida. Era todo un escritor profesional y
reconocido. Con su basto y extenuante catálogo de trabajos.
"Al día de
hoy, poco se sabe de Joan Wilhelm Bøkgaard. Muchas voces son las que
dicen que sigue refugiado en su cálido aposento. En aquella
habitación crepuscular. Algo descuidada y desordenada. Desbordada de
manuscritos, hojas y libros. Cuando no está leyendo, está
escribiendo. O acaso leer y escribir sean lo mismo."
La
veracidad de la biografía publicada aún sigue siendo temática de
grandes debates historiográficos entre numerosos críticos.
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